domingo, 27 de febrero de 2011

No puede haber democracia sin transparencia

A raíz del 30 aniversario del 23-F, han vuelto a aparecer las voces que reclaman una ley que regule en España el acceso a la información por parte de los ciudadanos. Una demanda lógica si tenemos en cuenta la falta de datos sobre algunos de los acontecimientos más oscuro de la historia reciente del país y la actual ola de corrupción en la política española.

Pese a que se reconoce el derecho al acceso a la información como un derecho fundamental, no existe en España una ley que la regule como sí ocurre en casi todos nuestros vecinos de la Unión Europea o en Estados Unidos. En la principal potencia mundial existe una ley desde 1966 y hay cada año más de medio millón de peticiones de acceso a información por parte de los ciudadanos estadounidense.

La situación en nuestro país al respecto es sonrojante. Dicha ley fue una de las promesas en la primera legislatura de Zapatero y cerca de agotar la segunda parece que no se va a pasar del borrador filtrado el pasado verano. Borrador que fue solicitado por varias ONGs que luchan por una ley de acceso a la información en España que cumpla con los requisitos marcados por el Consejo de Europa. La petición nunca fue contestada, y solo se pudo hacer pública gracias a una filtración. Muy paradójico.

Es evidente que no se puede hablar de una verdadera democracia sin transparencia, no se puede si el poder puede ocultar a su antojo información pública a los ciudadanos. La ausencia de una ley de acceso a la información equiparable a la de nuestros vecinos europeos es darle vía libre a tantos corruptos y maleantes que campean por España.

Juan Pablo Merchán Ruiz

domingo, 13 de febrero de 2011

legalizar Sortu para dar un paso adelante

El pasado 7 de febrero la nueva apuesta de la izquierda abertzale, Sortu, se presentó en sociedad. Se trata de un partido que se ha presentado como una forma de lograr dentro del juego de la legalidad y la democracia la independencia para Euskal Herria. Sus estatutos, según los expertos en la ley de partidos, son impolutos, además de rechazar la violencia de ETA. Sin embargo, aun hay que esperar para saber si podrán ser parte de los próximas elecciones autonómicas como partido político que cumple con la ley.

El argumento de los que están en contra de su legalización (PP, UPyD, la fiscalía del estado y el Gobierno, según sople el viento) es sencillo. Son herederos de Batasuna, los que están detrás son los mismos que había antes y no han condenado los actos violentos pasados de la banda terrorista ETA. Esto, es cierto, es irrefutable.

Sin embargo, no hay que olvidar cual es el objetivo: El final de ETA y el inicio de un proceso pacífico para darle una solución al conflicto vasco, que debe ser la que elija el mismo pueblo vasco. Es igual de irrefutable que, si se quiere que la izquierda abertzale renuncie definitivamente a la violencia, necesita que se le abra una vía pacífica y democrática. Pese a esto, hay quienes se empeñan en tapársela.

Es comprensible que para mucha gente puede parecer un insulto que ciertas personas estén detrás de un partido legal y pueda obtener representación en las instituciones del Estado, pero hay que reconocer que han dado un paso que la derecha de este país aun no ha dado. Paso que tampoco ha dado el Gobierno, que parece que prefiere no mojarse para no perder más distancia respecto al PP de cara a las lejanas elecciones 2012.

Juan Pablo Merchán Ruiz

domingo, 6 de febrero de 2011

ayudar a una nueva generación en África

Una nueva era se está gestando en el norte de África. La caída de Ben Ali en Túnez el pasado mes de enero y las manifestaciones en Egipto para derrocar a Mubarak son el signo inequívoco de que el momento de los hijos de la descolonización ha pasado. Una nueva generación de jóvenes se ha revelado ante la parsimonia de unos gobiernos que hace tiempo decidieron no avanzar más en el camino del progreso humano en beneficio de su poder.

El levantamiento de Túnez y el proceso de transición que parece va a tomar Egipto, con todos los partidos de la oposición, es la victoria de una generación que, como pasó hace décadas en Europa y parece vuelve a repetirse hoy en día en el viejo continente como en África, estaba harta de ver su futuro negro y con las manos atadas para darle luz.

Los países occidentales miran ahora hacia el Magreb y el Nilo preguntándose cuál es la nueva fase. Cualquier cosa que no sea un claro avance en las libertades de los ciudadanos en todos los países de la zona debe entenderse como un fracaso. Es una oportunidad única para el cambio y debe ponerse el máximo empeño para ello. Siempre pacíficamente, occidente debe ayudar a los procesos de democratización de cada país.

Esa colaboración de las potencias ayudaría también a alejar al islamismo más extremista del poder. No se debe perder de vista, por tanto, una corriente ideológica cuyo discurso puede resultar especialmente atrayente cuando son tiempos de ruido y confusión, y la incertidumbre invade al ciudadano. Una 
democratización del norte de África alejada de los tabúes religiosos, sea cual sea la fe, debe ser el objetivo.


Juan Pablo Merchán Ruiz