domingo, 30 de enero de 2011

Que juzguen los jueces

El periodismo es muy de hacer las cosas con prisas. Ser el primero en dar una noticia es muchas veces lo más importante, arriesgando, frecuentemente, la veracidad de las informaciones. Para muchos, es también importante ser el primero en enjuiciar un hecho, como si así se hiciera dueño y portavoz de una opinión. Cuando se juntan ambas cosas, puede ocurrir lo que ocurrió hará un año en Canarias.

Aitana, Una niña de 3 años falleció en extrañas circunstancias. Las primeras informaciones hablaban del novio de la madre, quién supuestamente había abusado de la niña hasta la muerte. Era un hecho terrible, había que ser malnacido para ser capaz de hacerle algo así a una pobre niña. Se pedía incluso la cadena perpetua para semejante bárbaro, nunca con más razón. Pero ¡qué sorpresa!, resulta que el hombre era inocente.

Después de hacer portadas en los periódicos llamándole asesino antes de que así le acusara un juez, de pedir en la radio la aplicación de la cadena perpetua para ese monstruo, resulta que la niña fue víctima de una caída en un columpio y de mala praxis médica. El falso acusado fue también víctima de mala praxis, pero periodística.

El sensacionalismo, la falta de ética, de ganas de contrastar la información y la irresponsabilidad se cogieron de la mano para destrozar la vida de un pobre hombre que no solo perdió a una niña que adoraba, si no que sin ningún motivo fue convertido en la persona más odiada del país. Eso sí, nadie le pidió perdón desde la dirección de ningún medio de comunicación ¿Para qué? Hay que pasar rápidamente a otro asunto. Así está el negocio en este país.

Juan Pablo Merchán Ruiz

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